Las heridas emocionales de la infancia

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Todos quien más y quien menos, hemos tenido heridas de infancia, cosas que nos hubieran gustado que fueran un poco diferentes, y no lo fueron con nuestros padres o nuestras figuras de apego. Si estas heridas emocionales no las hemos revisado, quedan mal cicatrizadas, y se infectan. Hay una tirita puesta en la herida, pero en realidad no está cerrada, y cada vez que de adultos nos toca vivir emociones parecidas a las de esa herida, vamos a volver a ella sin darnos cuenta. Sigue leyendo…    La herida del miedo al abandono

Esta herida se caracteriza por un miedo a estar solo, a sentirse solo. No puedo estar solo, me da demasiado miedo. Como temo que me abandonen, entonces abandono yo antes. O incluso, como tengo tanto miedo, a que me abandonen, no me arriesgo a opinar mucho, y soy complaciente con los demás. Pongo las necesidades de los demás antes que las mías, así tengo menos posibilidades de que me abandonen. Me vuelvo dependiente de los demás para sentir esa «falsa» seguridad.

Estas en vías de sanación cuando: puedes estar solo, y cada vez sentirte mejor. Has aprendido a gestionar mejor los momentos de soledad. No necesitas llamar la atención ni hacerte notar con tanta frecuencia. La vida te resulta menos dramática, y tengo más energía para emprender proyectos me apoyen o no. 

La herida del miedo al rechazo 

No tengo derecho a existir, soy invisible, puedo ser substituido, no soy nada especial, sobro, no merezco estar aquí, no soy bienvenido…. El que tiene miedo al rechazo, va tener una tendencia hacia la huida. La persona, que se siente rechazada, no es objetiva, pues interpreta lo que vive a su alrededor, bajo el filtro de su herida y se siente rechazada aunque no lo sea. 

Estas en vías de sanación cuando: cada vez puedes ocupar más tu lugar, te atreves a arriesgar y afirmarte. En vez de huir, empiezas a afrontar lo que te pasa a ti y a los demás. Cuando alguien parece olvidarse de ti, cada vez te molesta menos, y no te lo tomas tan personal. 

La herida del miedo a la humillación

Esta herida se basa en que como me han humillado de pequeño, me creo que soy lo peor, soy malo, soy un problema. Y sin darme cuenta, voy a crear situaciones en mi vida, que buscan mi humillación o la desaprobación de los demás. Como he vivido la desaprobación, yo también voy a desaprobar, y voy a criticar. Esto crea una carga emocional muy fuerte en la espalda, en la mochila que todos llevamos con más o menos piedras. 

Estas en vías de sanación cuando: Puedes tomarte tiempo para dedicártelo a ti, a respetar tus necesidades. Tienes menos peso, te sientes más libre. No necesitas humillar para sentirte escuchado. Puedes reconocer tus propios limites. 

La herida del miedo a que no me valoren

Necesito ser perfecto, brillar para sentirme reconocido. Si paso desapercibido, no soy nadie. Puedo estar desconectado de mis emociones, o vivirlas con mucha intensidad. Vivo injusto el hecho de que no me reconozcan. Intento ser el centro de atención para que me reconozcas y así, poder reconocerme yo. Intento ser prefecto, y no puedo equivocarme. Llevo encima, mil máscaras en función de lo que necesite el otro. Soy más bien rígido, aunque intento evitarlo a toda costa. 

Estas en vías de sanación cuando: Puedes realizar algo sin necesidad que los demás te lo valoren y después sentirte bien. Has podido conectar con tus emociones, de forma más frecuente, o regular su intensidad. Puedes valorarte tú, primero, y aceptarte tal como eres. Puedes equivocarte, y no se acaba el mundo. 

La herida del miedo a confiar 

Necesito controlar para sentirme más seguro. Me he vuelto desconfiado, escéptico. Me cuesta confiar en la gente. Quiero aparentar que soy fuerte, y que no me dejo manejar fácilmente. Hago como si fuera una persona segura, pero en realidad solo es una máscara. Me siento traicionado por los demás.  Me desbordan las emociones, no las puedo gestionar. Me sobrepasan. 

Estas en vías de sanación cuando: No necesitas controlar tanto, lo que te pasa a ti, y lo que pasa a tu alrededor, sabes que no está en tu mano. Puedes gestionar mejor tus emociones. Te permites ceder más ante los demás, no siempre tienes la razón. Puedes confiar más y entregarte a los demás, a pesar del miedo a que te hagan daño. 

¿Por dónde empiezo para sanar las heridas emocionales? 

Cuanto más tiempo esperemos para curar nuestras heridas emocionales, más se agravarán. Cada vez que vivimos una situación que toca esa herida, nos ponemos una máscara más, una coraza mayor. 
 

  1. Aceptar la herida, como parte de ti, esta herida, te va a enseñar algo.
  2. Aceptar el hecho de que lo que temes o reprochas de los demás, tú mismo se lo haces a los otros y sobretodo se lo haces a ti mismo. 
  3. Darte el permiso para enfadarte con aquellas personas que alimentaron esa herida. 
  4. Ninguna transformación es posible si no se acepta previamente la herida. 
  5. Darte tiempo para observar cómo te has apegado a tu herida en todos estos años. 

Para ampliar información sobre este tema os recomiendo el libro de: Las cinco heridas que impiden ser uno mismo. de Lise Bourbeau. 

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