En nuestro rol de hijos, como en nuestro rol de padres, llevamos una «mochila emocional» una huella emocional grabada en nuestro ser. Somos seres emocionales, sin embargo, no todos tenemos facilidad para expresar según qué emociones, por ejemplo, a mí me es más fácil sentir y expresar el miedo, que la tristeza. A ti quizás, te es más fácil, sentir la alegría que la rabia. Los tabúes familiares y sociales contribuyen a estas diferencias entre personas, entre familias e incluso entre culturas.
En las familias encontramos emociones estimuladas, emociones negadas y emociones substitutas. Hoy en día está más que estudiado que las emociones son universales, que todas las culturas, en cualquier rincón del mundo, tienen la capacidad de sentir las emociones, y aunque los científicos no se acaban de poner de acuerdo, hay un consenso general sobre 4 emociones básicas que son: La alegría, el miedo, la tristeza y la ira o rabia. Entiendo que el resto derivan de éstas 4 emociones. Podríamos añadir, la sorpresa, el amor, la culpa,etc.
Por tanto, todo ser humano tiene la capacidad de sentir las emociones, pero su expresión, se ha visto que no es la misma en todos los humanos ni en todas las culturas, ni en todas las familias, ni como seres individuales.
Hoy me gustaría hablar de las familias y de sus emociones. En concreto de nuestra família de origen (nuestros padres, hermanos, abuelos,etc) y nuestra familia actual (pareja e hijos). Tanto si hablamos de familia de origen, hablamos de la universidad de casa, de nuestros padres principalmente, es decir, desde un rol de hijos, como desde un rol de padres hemos de saber que nuestros padres, lo hicieron lo mejor que supieron.
Nos transmitieron de forma inconsciente el aprendizaje emocional que ellos habían aprendido de sus padres. Pero nuestra madre viene de una família y nuestro padre de otra, esa unión de ambas familias hace que la formula emocional que nos transmiten a nosotros como hijos sea única e irrepetible.
Así como nosotros como padres y madres, transmitimos a nuestros hijos lo que sabemos y hemos experimentado. todas las emociones que los padres no somos capaces de reconocer (a menudo porque nosotros también las hemos reprimido), los niños dejan de expresarlas: ven que no obtienen ningún tipo de reconocimiento, a veces incluso algún tipo de censura y, si las dejan de expresar, entonces es muy probable que también dejen de sentirlas.
Se ha visto que en toda familia hay una emoción que es estimulada, y promovida y otra que es negada o rechazada. Por ejemplo, en mi familia de origen la emoción que más se permitía era la alegría (todo estaba bien, hemos de estar contentos me decían) y la emoción que se negaba, o rechazaba inconscientemente era la rabia, el enfado. De tal manera, que si he aprendido que nunca me puedo enfadar, no voy a saber hacerlo, y la rabia bien gestionada es buena para poner límites. Entonces, no voy a saber de mayor poner límites a los demás, por ejemplo.
Aquí entra en juego la tercera emoción la emoción substituta. Si yo no se enfadarme, no se poner límites, en vez de que me entre rabia cuando me molesta, algo y poder decirlo, quizás me pongo triste, o me pongo a llorar. Esta es la emoción substituta, que entra en juego para tapar o substituir la emoción que no sé gestionar. Al no mirar esa emoción negada, la familia no sabe gestionarla y por lo tanto cuando conecta con la emoción utiliza una emoción sustituta. Cuando el niño no puede utilizar una emoción, utiliza una de sustitución. Si el niño quiere que los padres le hagan caso, porque está triste, y no le hacen, utiliza la rabieta, y entonces enseguida le harán caso.
¿Qué puedo hacer para ampliar mi abanico emocional?
Recordad como hablaba en éste artículo, que no hay emociones positivas ni negativas, sino que todas cumplen una función adaptativa y son necesarias para nuestro desarrollo. Poder expresarlas de forma saludable, pasa primero por reconocerlas todas, la alegría, la tristeza, la rabia y el miedo sin censurar ninguna.
La «receta» para afrontar TODAS las emociones de manera saludable por tanto sería:
Reconocerla en mí cuerpo + dejarmela sentir (no censurar cuando la noto) + permitir su expresión (dar espacios para hablar de lo que pasa, poder estar en compañía, no censurar cuando la veo) + dejar que pase (si he seguido el circuito podrá pasar y no quedarse en la mochila y salir por otro lado). Recordar que las emociones no son fijas, sino que las podemos dejar ir, y pasar a otra emoción si las logramos gestionar bien.
Saber qué emoción hemos estimulado en nuestra familia de origen, y qué emoción hemos bloqueado o rechazado, nos ayudará a empezar a poner luz a nuestras emociones y en consecuencia hará que a través de darnos cuenta y del autoconocimiento vayamos poco a poco reconociendo en nuestro cuerpo, más emociones cada vez.
¿Qué podemos hacer nosotros como padres para ampliar nuestro registro de emociones y transmitirlas a nuestros hijos?
Para conseguir que los hijos tengan una buena salud emocional es necesario que los padres también puedan reconocer y gestionar sus propias emociones, para poder transmitirlas durante el día al día dentro del ambiente familiar. Posibilitar la comunicación y un clima de confianza y escucha serán unas buenas bases para empezar a expresar las emociones en el hogar.
Ayudar a nuestros hijos a poner nombre a sus emociones, a dar un sentido a lo que le ha pasado,
sin censurarle cuando llora, (seguro que os suena el no llores) o (no te enfades) hace que como padres podamos enseñarles a expresar sus emociones de manera esencial, sin dramatismos, y a la vez sin censura.