La proyección es un mecanismo de defensa inconsciente que todas las personas usamos en nuestras vidas. Al ser un mecanismo involuntario no nos damos cuenta de hasta qué punto nos está influyendo a la hora de aceptar la realidad tal y como es, o por el contrario, de modificarla.
La proyección fomenta la distorsión de la realidad, que a veces nos puede ser útil, pero generalmente nos aleja de nuestros propios valores y emociones. Lo que vemos en los demás que nos molesta, en realidad no es más que una parte de nosotros mismos que rechazamos. En este artículo vamos a profundizar en que son los mecanismos de defensa, qué es la proyección y cómo aceptarla para que te deje de interferir en tu vida.
¿Qué son los mecanismos de defensa?
Los mecanismos de defensa son una parte fundamental de la mente humana y algunos de ellos están presentes en nosotros ya desde niños. La función principal de los mecanismos de defensa es la de protegernos ante la posibilidad de sufrir un alto nivel de ansiedad, dolor o insatisfacción emocional.
Son unos mecanismos inconscientes, por lo que no los usamos por voluntad propia, sino que a lo largo de la vida se han ido instalando con más o menos intensidad en nuestra forma de relacionarnos con nuestro entorno y con nosotros mismos. Nos permiten afrontar nuestra vida en un estado emocional que podríamos llamar de calma, mientras que si no existieran estaríamos más conectados con aquello que nos genera ansiedad.
Uno de los mecanismos de defensa más presentes en nuestras vidas y que influye más en nuestras relaciones es el de la proyección.
¿Qué es la proyección? ¿Cómo funciona y de qué nos protege?
La proyección es un mecanismo de defensa por el cual ponemos en el otro aquello que realmente forma parte de nosotros. Si la proyección no es muy intensa, nos puede ser beneficiosa, por ejemplo, nos sirve para entender a las otras personas. Sería la base de la empatía. Algo así como: puedo entender la tristeza de un amigo, porque yo también he estado triste alguna vez, e imaginando que mi amigo está sufriendo algo parecido a lo mío, lo entiendo mejor.
Otro ejemplo clásico de proyección se da en los primeros estados del enamoramiento, dónde prácticamente sin conocer a la persona amada, vemos en ella una gran variedad de características personales, valores y emociones de las cuales nos enamoramos.
Pero nos podríamos preguntar: ¿si no conozco demasiado a esa persona aún, como sé que posee estas características? La respuesta es que hemos visto en ella, o quizá lo hemos intensificado, aquello que necesitamos ver, aquello que para nosotros es bueno e importante. Este es un ejemplo de proyección de aspectos aceptables y positivos, que consideramos buenos.
No obstante, este mecanismo generalmente nos protege proyectando fuera de nosotros aquellos aspectos propios que vivimos como inaceptables. Pero, ¿por qué hacemos eso? Porque nos resulta más aceptable y fácil tolerar que ciertas cosas estén en los demás, que no en nosotros mismos.
¿Qué proyectamos en los demás?
Podemos proyectar cualquier aspecto de nosotros mismos. Es muy habitual proyectar emociones que nos resultan difíciles de sentir, necesidades propias que satisfacemos a través de los demás, o rasgos de nuestro carácter que no nos gustan y que sí los vemos e identificamos en los demás.
Emociones no resueltas
Un ejemplo de proyección de emociones sería cuando vemos nuestra tristeza en otra persona. Imaginemos un padre o una madre que al dejar a su hijo en la escuela dice: “¡Qué triste se ha quedado nuestro hijo!”. Puede ser que se haya quedado triste, pero también podría ser que el niño estuviera tranquilo, alegre, y que ese padre o madre proyectara en él la tristeza que siente por dejarlo en la escuela.
Necesidades no satisfechas
Otro ejemplo de proyección, esta vez de necesidades, lo podemos ver en la elección de pareja. Pensemos ahora que nos damos cuenta de que siempre elegimos parejas que se encuentran en una situación de fragilidad o vulnerabilidad, lo que nos coloca en la posición de cuidar y ayudar demasiado al otro, descuidando nuestras propias necesidades.
Posiblemente, estemos proyectando nuestra pareja nuestros propios sentimientos de fragilidad y vulnerabilidad, nuestra necesidad de ser cuidados, lo que nos puede hace sentir por el contrario, fuertes y seguros. Pero ese sentimiento de fortaleza no es completamente real, ya que no nos permite expresar nuestra necesidad real de ser también cuidados.
Rasgos de nuestra personalidad que rechazamos
También es muy habitual que proyectemos en los demás aspectos y rasgos de nuestro carácter que rechazamos. A menudo, criticamos y atacamos esos rasgos generando conflictos en la relación con la persona en la que los hemos proyectado. Esas situaciones son muy comunes en las relaciones sentimentales.
Podemos pensar en una situación donde nos sintamos enfadados con el otro porque creemos que no tiene las cosas claras y duda respecto al futuro de la relación. ¿Son esas dudas solo del otro miembro de la pareja? ¿O quizá son también la proyección de nuestra propias dudas, de nuestro miedo, que se nos hace tan intolerable sentirlo, que solo podemos enfrentarlo si está en nuestra pareja? Si podemos aceptar esas dudas en nuestra pareja, y ver a la vez también las nuestras, estaremos más cerca de resolver el afrontar el conflicto.
¿Cómo podemos aceptar lo que proyectamos en los demás?
La proyección nos hace daño porque nos aísla de la realidad. Si la proyección es grande, nuestra percepción de la realidad queda muy distorsionada y nos impide afrontar nuestros conflictos vitales.
Solo desde la aceptación de la realidad podemos afrontarla y cambiar esas cosas que nos están haciendo sufrir o que nos están bloqueando en nuestras vidas.El autoconocimiento nos ayuda a ser conscientes de lo que hemos proyectado, y por tanto, a dejar de hacerlo.
Cuando dejamos de proyectar nos hacemos cargo de lo que sentimos, de lo que necesitamos, de aquello que nos gusta y de lo que no nos gusta de nosotros mismos. Esto puede ser a veces más o menos doloroso, pero mejora nuestras relaciones personales, pues las aceptamos tal y como son y podemos ser más sinceros con nosotros mismos y con los demás. Es entonces cuando tenemos la oportunidad de vivir más libremente y en sintonía con lo queremos realmente.
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