Cuando sentimos que estamos al límite, que ya no podemos manejar una situación, una emoción, o un cúmulo de circunstancias, es entonces, cuando decidimos pedir ayuda. No es nada fácil dar el paso, y menos si tenemos que pedir ayuda a un profesional. A veces, los psicólogos lo olvidamos porque desde nuestro día a día, lo vivimos como algo natural. Es importante tenerlo presente. Cada persona es un mundo, y dar el paso de pedir ayuda, puede ser el más complicado. Yo no creo en los psicólogos, esta es una frase, que oigo, muchas veces con las personas que pasan por mi consulta. «No creer en los psicólogos, en los terapeutas, me resulta, una frase interesante porque refleja que creencias y expectativas tienen las personas al decir algo así. Como si, tuvieran que tener fe ciega en el psicólogo, y la terapia fuera algo milagroso.
Para otras personas, pedir ayuda, es una señal de que han fracasado, de que se han defraudado a sí mismos. Otras piensan que hay que estar loco, o al borde del colapso emocional, para pedir ayuda.
Incluso algunos, están convencidos, que el psicólogo les dará consejos, y para eso, mejor se quedan con sus amigos. Para ciertas personas, el psicólogo es una mala experiencia, que no quieren recordar, porque el profesional que fueron, «no les ayudó en nada».
Por tanto, hay muchos miedos y muchos perjuicios en el momento de enfrentarse a pedir ayuda. Y muchas veces, esos temores, nos bloquean y nos impiden dar el paso necesario para empezar a cambiar.
La mayoría de problemas, se alimentan de las soluciones intentadas, es decir, que por mucho que intentamos solucionar algo, sin querer, lo podemos complicar más. Y a la vez, cuando vamos a terapia, estamos muy metidos en lo que nos pasa, y nos es imposible ver una solución, o la vemos y no sabemos cómo llevarla a cabo.
Reconocer que se necesita ayuda, es mostrar nuestra fragilidad y vulnerabilidad, tan necesaria para descubrir el potencial y las fortalezas internas. Muchas personas tienen miedo, a mirarse internamente, a ver lo que les pasa y cómo les pasa. Miedo a descubrir sus sombras y también sus luces. A veces es más fácil, mirar hacia otro lado, y no conectar con nuestro interior.
Dar el primer paso de acudir a terapia, es el más difícil, porque tenemos que hacernos responsables de nuestro sufrimiento. Más allá de lo que nos causa dolor, hay una parte que es nuestra responsabilidad. La parte que tiene que ver con cómo gestionamos ese dolor.
Ir a terapia pues, es descubrirnos tal y como somos para poder aceptar todas nuestras partes. Nuestras corazas, nuestros puntos negros, nuestras fortalezas. Todo. Paradójicamente, cuando nos aceptamos a nosotros mismos, tal y como somos, es cuando podemos empezar a cambiar.
El psicólogo acompaña, desde un lugar de escucha, de no juzgar y de atención a lo que decimos y a cómo lo decimos, para ayudarnos a ampliar la mirada hacia nuestro interior. Pero en realidad, el cambio pasa por nosotros, el terapeuta abre nuevos canales, a través de nuevas preguntas para que seamos nosotros los que decidamos el camino que queremos tomar en nuestra vida, y sobretodo hacia donde queremos dirigirnos.