Hoy os vamos a hablar de cómo es la personalidad según el psicoanálisis. En nuestro centro realizamos una terapia emocional integradora, nutriendonos de diferentes corrientes psicológicas, entre ellas el psicoanálisis.
El inconsciente junto a nuestra parte consciente forman parte de nuestra personalidad. Hoy entenderemos cómo funciona nuestra personalidad, fijándonos específicamente en su estructura, no en su contenido.
Es importante que conozcáis que los dos esquemas, el del contenido y el de la estructura, son totalmente compatibles y complementarios entre sí. Son la base de la teoría psicoanalítica clásica de Freud (1923) y los bautizó como la primera tópica (contenido) y la segunda tópica (estructura) de la personalidad.
¿Cuáles son las partes de nuestra personalidad según el psicoanálisis?
Nuestra personalidad según el psicoanálisis está estructurada en tres sistemas que se relacionan entre sí, en una relación más o menos conflictiva que nos permite responder y relacionarnos con nuestro entorno con más o menos facilidad, equilibrio, o sufrimiento.
Estos sistemas, con nombres algo extraños son: el Ello, el Superyó, y el Yo. ¿Te suenan? Si no has oído hablar nunca de ellos, te lo explicamos a continuación:
El «Ello»
El Ello es la parte más antigua de nuestra personalidad. Se relaciona con nuestros instintos y necesidades más básicos. A diferencia de las otras instancias, el ello está presente desde que nacemos y tiende a la satisfacción de las necesidades, sin tener en cuenta las consecuencias de las mismas.
Esta parte se rige por el principio de placer. Es la parte más instintiva, donde entre otras, reside también la necesidad de amar y ser amados. Lo que Freud llamaba la pulsión de vida, en otras palabras, el amor.
El «Superyo»
El Superyo es el resultado de hacer propias las normas y exigencias de la vida en sociedad. En tiempos de Freud, en una sociedad muy patriarcal, se relacionaba con la internalización del Padre, pero hoy decimos que el Superyó tiene que ver con los padres (madre y padre), y también con la escuela, amigos y la sociedad en general.
Es la parte de la personalidad que nos dice qué debemos hacer o no hacer. Todo aquello que tiene que ver con las normas morales y con quién queremos ser (nuestro yo ideal). Tiene una función crítica y actúa como vigilante de nuestra conducta. También se relaciona por tanto, con la propia exigencia. La culpa es el combustible de esta parte de la personalidad.
Es la parte que nos ayuda a hacer autocrítica, a poner los limites adecuados y a ser conscientes de las consecuencias de nuestra conducta. Pero, si tenemos un Superyo muy rígido, podemos caer en exigencias excesivas, en sentirnos culpables por demasiadas cosas o sentir que no merecemos aquellos que queremos.
El «Yo»
El Yo es nuestra parte de la personalidad según el psicoanálisis más conectada con nuestro mundo consciente. Es la parte que hace de mediadora y negocia con las otra dos. El Yo es quien somos a nivel consciente. El yo se basa en nuestras habilidades, fortalezas, preferencias. Es quien toma las decisiones.
Nuestro Yo trata de relacionarse con nuestro entorno permitiendo satisfacer las necesidades del Ello sin dejarse llevar por ellas de forma egoísta e inadaptada y tratando de no quedar ahogado por las exigencias de nuestra superyó.
Por ejemplo, a un niño le regalan algunas golosinas. Su ello, que expresa sus deseos, le impulsa hacia comérselas todas sin espera. Su superyó, formado por lo que sus padres le han dicho muchas veces, le dice que debería compartirlas con su hermano.
Si las comparte todas, se sentirá triste y enfadado. Si se las come todas, posiblemente se sentirá culpable. Su Yo, es el que hace de mediador entre las dos exigencias. Imaginemos que decide comerse él sus golosinas preferidas pero dejarle también algunas a su hermano. Esa podría ser una gestión del conflicto bastante creativa por parte del Yo.
Aunque tengamos la misma estructura de la personalidad, no somos iguales.
Aunque todos tengamos la misma estructura de personalidad según el psicoanálisis, cada uno de nosotros la rellena de un contenido propio. Es el contenido de nuestras diferentes estructuras el que determina cómo somos y cómo nos relacionamos con nuestro entorno.
Todos tenemos Superyo, pero si éste es muy rígido, nuestra capacidad para dejarnos llevar y sentirnos armónicos y ligeros en nuestras vidas se complica. Tendemos a sentirnos culpables de nuestros actos, la autocrítica es tan alta que nos cuesta ser conscientes de nuestros logros, nos sentimos siempre menos de lo que creemos que deberíamos ser y no creemos merecer más de lo que tenemos.
Con un Superyo menos rígido, que nos permita regirnos por normas, valores y límites, pero que nos permita también ser tolerantes y comprensivos con nosotros mismos nos ayudará a vivir más armónicamente, movidos por la responsabilidad y no por la culpa.
Por el contrario, si nos dejamos llevar del todo por nuestro Ello, tendemos a actuar de forma egoísta, interesada, sin pararnos a pensar en las consecuencias de nuestra conducta. Somos incapaces de postergar nuestras necesidades y de adaptarnos a la vida en sociedad.
Nuestra personalidad se construye en la infancia
En la formación de nuestra personalidad influyen también aspectos genéticos, y sociales (el tipo de sociedad en el que vivimos también condiciona), pero lo que más participa de su construcción son las relaciones y vivencias que establecemos con nuestros padres o personas cuidadoras a lo largo de nuestra infancia.
El cómo fuimos mirados, cuidados, queridos o atendidos de forma continuada a lo largo de los años que conforman nuestra infancia es lo más determinante en la construcción de nuestra personalidad. También, experiencias puntuales como enfermedades o accidentes pueden tener su influencia, aunque son las experiencias continuadas las más relevantes.
Que la personalidad se construya en la infancia no significa que durante nuestra vida adulta no podamos vivir experiencias que nos permitan modularla.
Psicólogo Carles Molina
Si nos preguntamos si la infancia es importante en la construcción de nuestra personalidad, la respuesta es: sí, sin duda. En la infancia es dónde se construye la personalidad. Pero, ¿quiere decir esto que no podemos cambiar una vez somos adultos?
¿Se puede cambiar nuestra personalidad?
La personalidad no es algo inamovible como podríamos imaginarnos. Tanto la estructura como su contenido poseen cierto dinamismo por lo que podemos llegar a modular a través de las experiencias relacionales de nuestra vida adulta.
Algo que nos ayuda a modular nuestra personalidad es la psicoterapia. ¿Recuerdas que antes decíamos que en la infancia son las experiencias relacionales continuadas las que construyen nuestra personalidad?
Pues eso es la psicoterapia: una experiencia relacional entre terapeuta y paciente que, continuada en el tiempo y con el compromiso de ambos, ayuda a modular aquellos aspectos de la personalidad que nos limitan, y promueve el desarrollo de los aspectos que nos impulsan al crecimiento personal.
Cómo ves, descubrir nuestra personalidad según el psicoanálisis, nos ayuda a través del yo, ir trabajando nuestros recursos y y fortalezas personales. Podemos aprender a ser menos rígidos, modular nuestra exigencia, contener nuestros impulsos y expresar nuestras emociones de una forma distinta.