Muchas veces, la vida nos trae situaciones, y experiencias desagradables, que no sabemos cómo manejar. Nos crean rabia, impotencia, incluso podemos posicionarnos cómo víctimas de la situación. Como si no tuviéramos control de nuestra vida, ni de lo que nos pasa. El cuento que os traigo hoy va de cómo aprender de las adversidades, de las que aparentemente clasificamos como «mala suerte». ¡Qué lo disfrutéis!
Muchas veces, la vida nos trae situaciones, y experiencias desagradables, que no sabemos cómo manejar. Nos crean rabia, impotencia, incluso podemos posicionarnos cómo víctimas de la situación. Como si no tuviéramos control de nuestra vida, ni de lo que nos pasa. El cuento que os traigo hoy va de cómo aprender de las adversidades, de las que aparentemente clasificamos como «mala suerte». ¡Qué lo disfrutéis! Sigue leyendo…
Érase una vez un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Los vecinos del anciano labrador se acercaron a su granja para condolerse con él, y lamentar su desgracia, y le decían: ¡Qué mala suerte que tu único caballo se ha escapado! A lo que el sabio anciano les replicó: ¿Mala suerte o buena suerte, quién sabe?
Unos días más tarde, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos salvajes, tantos que casi no cabían en la granja. Entonces los vecinos acudieron a felicitar al labrador diciéndole: ¡Qué buena suerte que tu caballo regresó y además trajo consigo un montón más! A lo que este les respondió: ¿Buena suerte o mala suerte, quién sabe?
Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, este lo tiró al suelo y y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia, por lo que fueron de nuevo a decirle al anciano: ¡Qué mala suerte, que tu hijo se ha roto la pierna! A lo que el viejo labrador se limitó a decir: ¿Mala suerte o buena suerte, quién sabe?
Una semana más tarde, el país entró en guerra y fueron reclutados todos los jóvenes varones que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota obviamente lo dejaron tranquilo y se libró de ir a la guerra. ¿Fue eso buena suerte?, ¿O fue mala suerte?… ¿¡Quién sabe!?
Anthony de Mello.
En realidad, todo lo que nos pasa, nos da una lección de vida y nos hace elegir entre ser protagonistas o víctimas de nuestra propia vida. En vez de dejar que la vida pase, ¿por qué no coger la vida con fuerza y dirigir nuestro propio rumbo?