Jugar al papel de víctima corresponde a un rol muy antiguo aprendido a nivel cultural. Está bien visto socialmente, incluso comprendido. El sufrimiento es premiado y aceptado a nivel social. El esfuerzo entendido incluso como sufrimiento para conseguir lo que uno quiere está a la orden del día. Pero en realidad son cosas diferentes. Cuando nos ponemos en “formato” víctima sufrimos por diferentes razones y variadas: Necesidades no satisfechas, molestias físicas, falta de energía, pensar que la vida es injusta, sentirnos traicionados, sentirnos poco reconocidos, etc. Nos instalamos en la queja y esto nos lleva a la desesperación más absoluta. En algún momento todos nos hemos puesto en este papel de víctima. El problema es si no nos damos cuenta y no salimos de él.
¿Cómo darnos cuenta si estamos jugando el papel de víctima?
- Si la víctima se ha instalado en nosotros, vamos a tener que estar constantemente atacando o defendiéndonos de los demás.
- Vamos a percibir que estamos separados de los demás y cuanto más nos alejamos de los otros, más solos nos sentimos.
- Acumulamos resentimiento y no es fácil perdonar.
- Culpamos, criticamos y juzgamos a los demás de todo lo que nos pasa. No es posible responsabilizarnos de nuestra vida.
- Nuestra mente crea situaciones constantes de ansiedad, preocupación o drama.
- Vamos a negar lo que sentimos ( estoy bien, a mí no me pasa nada).
- En vez de pedir lo que necesitamos lo que vamos a hacer es quejarnos constantemente.
- Usamos el pasado doloroso y difícil para tomar decisiones en el momento presente.
- Repetimos una y otra vez situaciones del pasado que no hemos podido soltar.
- Tememos al futuro por lo que pueda venir. Nos cuesta sostener la incertidumbre.
La única manera de dejar de comportarnos como si fuéramos una víctima es empezar a comportarnos como si fuéramos responsables de nuestra vida. Con ensayo y error, es más fácil dejar de victimizarnos y empezar a hacernos cargo de nosotros mismos. No más juicios ni culpar a los otros. ¿Empezamos?